HERMOSILLO.- Cuando conocí a Margarita Oropeza, ya la conocía a
través de sus letras. Había devorado ya alguno de sus libros y la leía, por
supuesto, ávidamente, todos los domingos
en Perfiles, el suplemento dominical que por tantos años fue célebre en El
Imparcial.
Por
eso, creo que cuando nos vimos, no fue difícil ir forjando una amistad: yo
tenía la ventaja de leerla siempre, de seguirla, y ella, tenía la gran misión
de guiarme, como alguna vez dijo, porque – además- estaba orgullosa de que
hubiera elegido su mismo destino: el de estudiar Letras.
Tampoco
fue difícil aprenderle cosas. Ella, como buena maestra, tomaba a cuestas toda
la responsabilidad de formar personas que para que pudieran hacer sus
encomiendas bien, y nunca claudicaba en conseguirlo.
Ya
lo he dicho antes, Margarita me enseñó a editar como se hacía otrora, midiendo
con regla, contando los espacios y las letras y no había ningún lugar para la
equivocación; también, ella me mostró un camino: el del gran compromiso que es
ser leído por mucha gente, el de la sentencia que lleva consigo quien escribe y
ya no puede deshacer sus letras.
Y
así ella vivía, a sabiendas de ese enorme peso que es la literatura, que es el
periodismo, pero también a sabiendas de las muchas satisfacciones que deja dedicarse
a escribir y salvaguardar lo que se escribe, lo que se piensa, lo que se dice.
Con
esa visión, Margarita defendió siempre la literatura y la libertad de expresión
en el periodismo, y también supo instaurar la perspectiva de la mujer para que
se fuera consolidando poco a poco.
Así,
Margarita me enseñó que, en sus tiempos y en los míos, debíamos defender el
trabajo de las mujeres; me mostró más de un camino a seguir para comprender la
literatura escrita por las sonorenses y también por los sonorenses. Me enseñó
que el sendero que elegimos, el de la literatura, no es nada fácil, sin embargo
resulta divertido, ameno, ferozmente gratificante.
Su
literatura es por demás cuidada, entretenida, reflexiva, trasluce siempre su
amor a las letras y su entorno.
Su
literatura fue sentando precedentes entre los investigadores y fue abriendo
posibilidades a cada vez más lectores.
Refiriéndose
precisamente a “Después de la Montaña” -cuya reedición hemos presentado Silvia
Manríquez, Rebeca Martínez y una servidora en la Feria del Libro 2019-, ella
dijo: “Cuando escribí esta historia no imaginé el mundo de dificultades que
significa construir un espacio de vida congruente para un personaje, de tal
manera que le diera la oportunidad de desarrollarse como lo hacemos todos los
seres humanos en la vida real. Es mi obra que más ha persistido y se ha
publicitado sola. Después de ella escribí otras cuatro novelas, una publicada
en España”.
Y
es así que, a través de las letras, Margarita se fue construyendo y
reconstruyendo una y otra vez.
Siempre
prolífica, trabajadora, la sonorense encontró en la literatura no sólo una
vocación, sino una verdadera forma de felicidad. Quienes la conocimos, sabemos
que ella era feliz escribiendo.
Decía
párrafos arriba que Margarita Oropeza me enseñó muchas cosas a través de sus
letras y también por medio de la convivencia con ella; ella me heredó sus
enseñanzas y me heredó en vida a su tan querido Perfiles, del cual yo sería
editora más tarde; pero quizás, lo más importante que aprendí de ella es a no
permitir que nada ni nadie me haga dudar de mi camino, como ella me lo
reiteraba siempre y hasta lo exigía.
Hoy
y siempre el mejor homenaje que podemos darle es leerla y difundir su obra.
Hagámoslo y recordémosla, porque su contribución a la literatura mexicana es
basta y debemos reconocérsela siendo sus más asiduos lectores.
*El
libro Después de la montaña, de Margarita Oropeza Ramos (1947-2019) puede
adquirirse en el stand del Instituto Sonorense de Cultura. en la Plaza
Zaragoza, como parte de la Feria del Libro Hermosillo 2019. La Felih continuará
todos los días hasta el domingo 3 de noviembre 2019.
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