lunes, 20 de enero de 2020

FAOT 2020 – 3 ROMAYNE WHEELER - 3RA GALA OPERÍSTICA


HERMOSILLO.- ¡Qué difícil, casi imposible, juzgar el recital de mediodía del pianista Romayne Wheeler en términos estrictamente musicales! Desde siempre, el estado mexicano ha sido el principal enemigo de las comunidades indígenas del país.
Desprecio, indiferencia, abandono, en el mejor de los casos. Rapiña, despojo, genocidio intencional en el peor. Esto ha ocurrido, ocurre y seguirá ocurriendo en toda la geografía nacional, pero hay pocos casos más trágicos que el de la comunidad rarámuri del norte del país, particularmente golpeada por ese estado depredador. Y he aquí que aparece un pianista estadunidense quien, abandonando su carrera de concertista, hace suya la causa de los rarámuri, se instala entre ellos y, con su piano y su voluntad como instrumentos de cambio, se dedica a mejorar la vida y los prospectos de un grupo indígena que, como todos los demás en México, vive en condiciones infrahumanas. Romayne Wheeler se presentó en el concierto de las 14.00 horas en el Palacio Municipal de Álamos con un repertorio basado en Mozart y su propia música, con resultados musicales regulares, y con una dinámica escénica que dejó mucho que desear. Sencillamente: entre los avisos y promociones protocolarias y curriculares redundantes, la proyección de un extenso video informativo, y sobre todo una larga y no muy coherente presentación a cargo del pianista, la música inició media hora tarde, ante la justificada impaciencia de una parte del público. Por otra parte, el pianista-filántropo incurrió en algunas inexactitudes históricas y musicales. En todo caso, fue interesante conocer un poco de su historia, conocimiento que conduce directamente a este concepto: hay que agradecer cumplidamente a cualquier artista, sobre todo si es extranjero, que comprometa su vida y su arte en beneficio de una comunidad mexicana tan lastimada por la negligencia y la agresión de un estado omiso y expoliador como el nuestro. Así, la parte estrictamente musical del recital resultó menos interesante que la historia y los antecedentes del Romayne Wheeler; tampoco ayudó mucho la proyección, simultánea con la música, de un video mudo que sólo sirvió como distractor… como si el público de estos conciertos no fuera en sí mismo un generador de numerosos distractores.
Por la noche, una gala operística más formal y de resultados musicales más sólidos. Bajo la supervisión y producción del historiador, promotor y guía operístico Octavio Sosa (galardonado la noche anterior con el premio al Mérito Artístico y Académico 2020), se presentaron la soprano Anabel de la Mora, la mezzosoprano Diana Peralta y el tenor Andrés Carrillo, acompañados al piano por Alain del Real. El repertorio: una buena combinación de ópera, opereta y zarzuela que cubrió una cronología que va desde Mozart hasta Penella. Virtudes agradecibles de este recital: su duración, la fluidez y la continuidad escénica aplicada por los protagonistas. Anabel de la Mora abrió el recital a toda voz, literalmente, cantando la famosa aria de la Reina de la Noche (Der Hölle Rache) de La flauta mágica de Mozart. Agilidad, buenos agudos, buena intención dramática, fueron las cualidades de su interpretación, sazonada con algunos acentos inusuales, cualidades contrastadas más tarde con la delicadeza de su versión a O mio babbino caro del Gianni Schicchi de Puccini. Por su parte, Andrés Carrillo se hizo cargo de sendas arias de Massenet, Puccini y Soutullo/Vert, exhibiendo una voz rica en color que sin duda, en su proceso de maduración, le permitirá abordar después roles que requieren más cuerpo y pasta vocal. Diana Peralta cantó y actuó con estilo y convicción dos arias de Carmen (su rol favorito) de Bizet, así como unas aguerridas Carceleras de Las hijas del Zebedeo de Chapí. Asimismo, hizo una versión adecuadamente sentimental de Mon coeur s'ouvre á ta voix del Sansón y Dalila de Saint-Saëns Momento notable de esta gala operística fue el aria Mein herr Marquis de la opereta El murciélago de Johann Strauss Jr., en la que Anabel de la Mora sacó a relucir dosis adecuadas de picardía, espíritu ligero y frivolidad, todo ello muy adecuado a la ocasión; y claro, buen rendimiento vocal para acompañar la actuación. En cuanto a los ensambles, especialmente atractiva fue la Barcarola de Los cuentos de Hoffmann, de Offenbach, bien tejida por De la Mora y Peralta, mientras que la soprano y el tenor cantaron y actuaron con desparpajo un dueto de El gato montés de Penella. La percepción global fue la de un recital operístico bien programado y bien cantado, fresco, fluido y con diversos atractivos musicales y escénicos; ¿por qué, entonces, el público no se acercó en cantidad suficiente a esta buena propuesta operística del FAOT 2020? Misterio…

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