HERMOSILLO.- La mañana de este martes de FAOT fue de cine,
con la proyección de tres cortometrajes sonorenses de distinta intención y muy
distinto resultado. Bajo el agua, de
Fernanda Galindo, fue el más logrado de los tres desde el punto de vista
técnico y visual, pero su discurso autobiográfico familiar aporta poco o nada
al espectador, y parece estar dedicado más que nada a la satisfacción de la
propia autora. Más interesante, en todo caso, la referencia a los pueblos
hundidos bajo el agua de la presa, referencia opacada por la autoexploración
personal, y por textos de un estilo ya superado. Es posible rescatar, en todo
caso, una serie de imágenes bien logradas y con una poética mucho más
convincente que la de los textos.
Más satisfactorio como hecho fílmico resulta el corto Las rancheras de
Hermann Neudert, una historia narrada con ironía y desparpajo en la que se hace
divertido escarnio del infra-rock juvenil, pero a la vez con cierta empatía por
sus protagonistas. Este corto tiene la virtud de una resolución narrativa
compacta y directa, varios momentos intencionalmente divertidos, y un tema
general en el que numerosos espectadores jóvenes pueden verse retratados. El
momento de fusión de las rancheras con el rock está resuelto con habilidad por
el director y sus colaboradores. Finalmente, se proyectó Don Nano, de
Concepción Urrea, un fallido documental póstumo sobre el compositor Leonardo
Yáñez (el Don Nano del título), que tiene como su principal lastre una técnica
muy pobre en todos sus rubros, y ante el cual el espectador se cuestiona si en
la edición final quedó el mejor material recabado por la directora. Además de
un cierto pintoresquismo involuntario, Don Nano
tiene el problema de que es un documental que no convence a nadie que
Yáñez haya sido un gran músico, ni de que el corrido El Moro de Cumpas y el
Zaino de Agua Prieta sea la obra de arte que se pretende en el filme.
La noche de gala de este martes se presentó bajo un título
irresistible, una propuesta ciertamente atractiva y poco común: la mezzosoprano
Itia Domínguez y la pianista Rebeca Lluveras armaron un Homenaje a Leonard
Bernstein a través de una serie de canciones muy representativas de la
producción de quien fue el músico más completo (y uno de los más audaces) del
siglo XX. Virtud fundamental de este programa fue que el repertorio transitó
por numerosas áreas de la producción de Bernstein, desde los ciclos vocales
hasta la ópera, desde la música sacra hasta la comedia musical. A lo largo de
todo el programa, pero sobre todo en sus primeros tramos, la mezzosoprano Itia
Domínguez asumió plenamente el perfil de Leonard Bernstein como un hombre de
teatro, aderezando algunas de sus interpretaciones con un poco de utilería y
vestuario adecuados a la ocasión y, en todo el programa, con atención al contenido
y significado de los textos, comunicado al público a través de una eficaz y a
la vez controlada gestualidad. Parte del mérito de esta propuesta de Itia
Domínguez, ciertamente arriesgada en el contexto de los repertorios usuales del
FAOT, fue la elección de varios números vocales en los que el hilo conductor es
el sentido del humor, desde un ciclo que habla del odio a la música, hasta otro
que es una puesta en música de cuatro recetas de cocina. Entre los numerosos
momentos destacados de este recital-homenaje hay que mencionar los dos
fragmentos de la sorprendente Misa de Bernstein, cantados por la mezzosoprano
con puntual atención al scat jazzeado que es parte de su esencia. Otro punto a
favor de la protagonista de este Homenaje a Leonard Bernstein fue el hecho de
que sólo un puñado de las canciones elegidas transitan por los parámetros
usuales de la melodía dulce y memorable; la mayoría de ellas, en cambio habitan
el mundo más exigente del lenguaje moderno del que Bernstein fue un destacado
representante. Otro mérito de esta sesión de música vocal: la fluidez con la
que cantante y pianista realizaron sus interpretaciones, dándole al recital un
ritmo y una continuidad muy atractivos. Y en el entendido de que el acto
artístico incluye de manera importante al público, es preciso mencionar que el
Palacio Municipal de Álamos exhibió una de las asistencias más pobres que se
recuerden en una noche de gala del FAOT. Es un hecho que a este público no le
gusta que lo saquen de su zona de confort de ópera, canción mexicana y
zarzuela; lástima, porque ellos se lo perdieron. En este sentido, se antoja
indispensable recordar que Álamos tiene una población significativa de
expatriados estadunidenses, la gran mayoría de los cuales decidieron ausentarse
de este recital que rindió homenaje al músico más importante que ha dado su
país. Sin duda, materia para reflexionar.
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