ALAMOS.- Séptima jornada del FAOT No. 36. Cine de
mediodía en el Museo Costumbrista, por tercer día consecutivo. Ahora, un grupo
de cortos de tema ecológico-ambientalista, todos ellos de buena y generosa
intención, todos ellos buenos como proselitismo por la causa de la tierra y sus
habitantes, algunos de ellos de mejor factura que otros.
Por lo visto y oído en esta sesión, parece quedar claro que el
tratamiento de estos temas a base de ficción no es muy eficaz, al menos no en
estos formatos y en estas condiciones. Por coincidencia, dos de los cortos
trataron el tema de la energía solar como alternativa. El de ficción resultó
bastante pobre, mientras que el documental, de factura muy sencilla, se
percibió como un alegato mucho más potente sobre el tema. El de mayor interés,
proyectado al final de la sesión, fue un corto documental muy conciso, compacto
y completo sobre la generación de biogás como alternativa tanto de
fertilización orgánica como de energía motriz. Un defecto apreciable en casi
todo el material visto hoy, y en los cortos de los días anteriores, y en mucho
cine mexicano (industrial-profesional o no) es el descuido de la calidad sonora
y, de manera muy notable, el exceso constante de música, que juega en claro
detrimento de la calidad de los filmes, de su poder de comunicación y de la
paciencia del público.
A mediodía en el Palacio Municipal, la soprano Elena Rivera, originaria
de Hermosillo, y el Cuarteto Latinoamericano, interpretaron doce de las veinte
piezas que conforman el ciclo Las cartas a Julieta, creado por ese singular
músico que es Elvis Costello y el Cuarteto Brodsky. Tocado y cantado sin
interrupciones (¡alabado!) este ciclo dio forma a un recital muy disfrutable,
por la orgánica coincidencia de varios elementos: coordinación impecable entre cantante
y cuarteto, claridad en la emisión y fraseo vocal, acompañamiento instrumental
eficaz y balanceado, y buena expresión de las diversas influencias populares
que hay en la música de este extraño pero atractivo ciclo, cuyas canciones
ostentan textos que son, por decir lo menos, extraños y ciertamente
inquietantes.
Bel canto, opereta, comedia musical, zarzuela, canción mexicana, fueron
los hitos del programa presentado en la gala nocturna del Palacio Municipal por
la soprano venezolana Génesis Moreno y el pianista Daniel Cruz. Para decirlo
directamente: la de Génesis Moreno es la mejor voz femenina que se ha escuchado
hasta el momento en este FAOT. Y, asunto no menor, su programa fue sabrosamente
amplio y variado, iniciando allá por la médula del bel canto (Donizetti) y
terminando cronológicamente con una deliciosa aria de Mi bella dama, de Lerner
y Loewe. En el bel canto mencionado (un aria de Linda de Chamounix), la soprano
cantó con fluidez, hermosa coloratura y (como la haría en todo el repertorio) una
muy buena proyección sonora, gracias a una voz con muy buen apoyo y soporte. De
especial atractivo, al fraseo amplio, sin costuras y controlado en la hermosa
(y muy poco conocida) Vocalise del armenio Arno Babadjanian. A la buena técnica
vocal, Génesis Moreno añadió el garbo peninsular en la música francesa de
inspiración española en Las muchachas de Cádiz de Delibes, un garbo que habría
de proyectar en sendas piezas de Obradors y Chapí. En esta área del repertorio,
la soprano sudamericana incluyó la deliciosa pieza El teléfono sin hilos de la
emblemática zarzuela Chin Chun Chan de Luis Jordá. Ligereza, picardía,
sensualidad, fueron incorporadas en el plano gestual (con todo y teléfono
celular en escena) y acompañadas puntualmente en lo vocal, con resultados muy
divertidos en el teatro y muy serios en la música. Génesis Moreno cantó más
tarde la famosa Farolito de Agustín Lara, evitando los excesos melodramáticos
en los que suelen caer otros de sus intérpretes y, a la vez, tomándose
interesantes y bien colocadas libertades en la ornamentación. Habiendo
escuchado a Anabel de la Mora cantar hace unas noches un trozo pícaro y ligero
de una opereta de Strauss, fue un ilustrativo contraste escuchar a Génesis
Moreno abordar el lado más sentimental de este género, con una muy bien
matizada interpretación de un aria de La favorita, de Stolz. Bien acompañada
por Daniel Cruz, quien inusualmente tocó con la tapa del piano completamente
abierta (y con buenos resultados de sonido y balance), Génesis Moreno regaló un
par de piezas populares (incluyendo la emblemática Alma llanera, de Rafael
Bolívar Coronado) en las que, como en otras canciones del programa, dio rienda
suelta a un virtuosismo bien logrado, nunca excesivo, y bien adaptado a las
necesidades de cada pieza.
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