HERMOSILLO.- Una vez más, el concierto de mediodía del
FAOT 2020 fue estrictamente instrumental y, esta vez, tuvo un interesante
enfoque académico. Se presentaron cuatro jóvenes pianistas en un programa
sustentado en obras para teclado de únicamente dos compositores, Haydn y
Chopin, lo que impartió a la sesión un interesante grado de homogeneidad;
es
bien sabido que este tipo de recitales/muestra suelen ser programados a partir
de una variedad a veces demasiado ecléctica de música. Daniel Isaac Ruiz
Moreno, César Daniel Quiroz Flores, Moisés Roberto García Villanueva y Jesús
Alberto Mascareño Verduzco (quienes tocaron en ese orden) tienen algo en común,
y ese fue, por así decirlo, el motivo conductor de la sesión:
todos tienen como
profesor al maestro Pedro Vega. Si la música de Haydn (unas variaciones y una
sonata) interpretada por el primero de ellos fue extraída de una región poco
complicada (pero igualmente exigente) del catálogo del compositor austriaco,
los otros tres jóvenes pianistas abordaron obras más complejas y demandantes de
dos áreas particulares de la producción chopiniana: un scherzo y cuatro
estudios.
Seriedad, concentración, atención al material interpretado, fueron
las cualidades básicas de la presentación de los cuatro ejecutantes, todos
ellos apenas en el umbral de sus veinte años.
Precisamente a causa esa cuota de
juventud, fue posible percibir que los incipientes pianistas están todavía muy
atentos a las notas, y todavía no del todo volcados en el contenido expresivo
de la música que contienen. Así, se enfrentaron a ciertos obstáculos técnicos,
sobre todo en las obras de Chopin, que sin duda fueron detectados por los
propios ejecutantes, quienes tienen tarea pendiente en el perfeccionamiento de
las obras elegidas para este recital. Y sí, ahí estaba, observando y escuchando
atento a sus pupilos, el maestro Pedro Vega.
De este hecho surge la observación
principal, necesariamente hipotética, sobre este recital de corte netamente
académico: sería de enorme interés, si fuera posible, que quienes escuchamos este
recital de jóvenes pianistas pudiéramos asistir como oyentes a la sesión de
análisis y comentario posterior al recital, a cargo del tutor de los cuatro,
sesión que sin duda ya ha ocurrido u ocurrirá en el futuro muy cercano. Tal
posibilidad abriría la fascinante opción de que los melómanos pudiéramos
acercarnos al verdadero concepto del taller musical, con una inmediatez que en
general nos está vedada.
En la gala nocturna, realizada igual que la vespertina en el Palacio
Municipal de Álamos, se llevó a cabo uno de los eventos más tradicionales, y
esperados, de cada FAOT: la Noche de la Universidad de Sonora, un recital
operístico a piano que tuvo como uno de sus principales atractivos el hecho de
que en el escenario estuvieron representadas cuatro de las tesituras vocales
básicas, en las personas de la soprano María Li, la mezzosoprano Liliana
Dosamantes, el tenor Salvador Villanueva y el barítono Isaac Herrera, quienes
cantaron con el acompañamiento pianístico del experimentado Héctor Acosta. El
repertorio, bastante apegado a lo usual en este tipo de recitales, pasó por la
canción italiana, el bel canto, una buena dosis de ópera francesa, algo de
opera buffa, un toque de Puccini y varios números de zarzuela. Como suele
ocurrir cuando de jóvenes cantantes en proceso de formación se trata,
comenzaron un poco fríos, quizá tensos, pugnando por hallar el centro de sus
respectivas voces, pero fueron superando los problemas iniciales a medida que
el recital avanzó. El punto de inflexión para que los cuatro cantantes de la
UNISON soltaran amarras fue una divertida y fluida ejecución del dúo Voglio
dire de El elíxir de amor de Donizetti, cantado con convicción y desparpajo por
Salvador Villanueva e Isaac Herrera. En lo general, fue posible escuchar que
los cantantes se sintieron mutuamente protegidos en los ensambles que
interpretaron, lo que dio como resultado algunos buenos momentos en el canto
compartido. De atractivo especial, la inclusión de un aria de Edgar, una de las
más tempranas, menos conocidas y difundidas óperas de Puccini, bien cantada con
estilo verista temprano por Isaac Herrera. Los cuatro últimos números del
programa fueron solos y ensambles de zarzuela (Moreno Torroba, Guerrero,
Penella), y en ellos se apreció que este género, que se ha vuelto usual en las
galas del FAOT, les queda cómodo a los jóvenes cantantes. De especial atractivo
para el público fue la inclusión de uno de los más hermosos dúos operísticos,
Viens Mallika, de la ópera Lakmé de Delibes, a cargo de María Li y Liliana
Dosamantes. El resultado fue atractivo en general, y muy apreciado, aunque
ambas podrían trabajar un poco más el balance dinámico de sus voces para ayudar
a la pureza de la hermosa armonía creada por el compositor francés. No está de
más meditar en el hecho de que, siendo estos jóvenes el futuro del canto en
Sonora, preparados en Sonora, y presentados en el más importante festival de su
género precisamente en Álamos, el público no se haya acercado de manera
abundante, si no ya por la curiosidad de atestiguar el incipiente progreso de
estas voces jóvenes, al menos para demostrar su apoyo solidario al talento
local. Hablando de solidaridad, qué bien que el rector de la Universidad de
Sonora haya venido al FAOT a estar en primera fila para escuchar a Li,
Dosamantes, Villanueva y Herrera quienes son, finalmente, sus alumnos, sus
protegidos, su responsabilidad. Sin duda, mucho podemos aprender todos de este
gesto.
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